Volver a tu país después de muchos meses puede ser difícil pero al mismo tiempo una alegría enorme. Es imposible que las expectativas no sean altas cuando estas volviendo a un lugar que te hizo feliz en el pasado. El momento de volver y reencontrarse con la familia y amigos, es increíble.
Uno espera que al volver las cosas sigan siendo iguales, que las relaciones no se hayan desgastado, que todo vuelva a ser como antes. La cantidad de tiempo que estás fuera del país puede cambiar muchas cosas.
Pero en realidad no. Con ganas y cariño las cosas vuelven a ser como antes. El principal miedo de volver es que todo este cambiado y tu ya no encajes debido a tantos cambios, pero este miedo no es algo que realmente suceda, en cambio, tus seres queridos y amigos te esperan con ansias a que vuelvas al menos de visita.
El reencuentro es hermoso. Los abrazos, los besos, sonrisas, me quedan grabados en la memoria por el resto de mi vida. Personalmente, volver a mi país durante las vacaciones de invierno me llenó el alma de alegría y me regaló momentos inolvidables. Reencontrarme con no solo mis amigos y familia, sino también con mis costumbres, planes, comidas, casa, y otros.
Volver a las costumbres también fue increíble. Volver a hacer los planes de mi antiguo país que tal vez en los Estados Unidos no pude hacer, fue muy lindo. Como algo tan simple como juntarse en una casa y tener charlas profundas mientras tomamos mate, la bebida más típica en Argentina.
Encontrarme con mi cuarto ordenado y limpio y con mi gata durmiendo en los pies de mi cama también fue increíble. Algo que yo tenía tan naturalizado se había convertido en algo único y especial para mi.
Disfruté cada segundo estar con amigos, familia e incluso sola. Disfruté del calor en mis pies porque mi perro se me acostaba por debajo de la mesa cuando estábamos comiendo en
familia. Le di más importancia a estos detalles que, como ya dije antes, tenía naturalizados. Ver an mis primos y compartir una comida y después jugar juegos de mesa antes me parecía algo normal de cada fin de semana, pero esta vez, fue especial.
No solo aprendí apreciar más las cosas, sino que las personas de mi otro país también aprendieron a valorar mucho más el tiempo que pasaba con ellos.
Personas que tal vez antes de irme del país no me juntaba fuera del colegio, se hicieron un espacio en su semana para verme y poder organizar un plan conmigo. Eso me hizo sentir querida y me hizo saber que mi ausencia se notó.
Las personas con las que me reencontraba me decían muchas palabras muy lindas, en especial las personas mayores, hablando de la experiencia que estaba viviendo y la oportunidad. Y los planes seguían surgiendo. Y el tiempo pasaba.
Saber que me quedaba poco tiempo y que en nada más que tres semanas iba a tener que volver a mi otro país, Estados Unidos, me hizo disfrutarlo más.
No hubo un solo día en el cual yo no tuviera planes o no este con mi gente disfrutando de mi estadía. Al estar poco tiempo, tuve que juntar grupos de personas y combinar programas para poder ver a todos, no voy a negar que fue un poco estresante llegar a ver a todos en poco tiempo pero sí que fue divertido y me mantuvo muy distraída.
Finalmente, la peor parte llegó, la despedida. Organicé una cena en mi casa con mis amigas
más cercanas y de esta manera me pude despedir de todas en grupo pero también por privado con cada una. Esta cena fue horas antes de que salga mi avión y yo sabía que la despedida iba a ser difícil pero no tanto.
Es difícil decir adiós sin saber cuando va a ser la próxima vez que vuelvas. Sin tener fecha de vuelta ni una idea de cuándo se podrían volver a ver me ponía mal. De todos modos, mirando hacia atrás y ya sabiendo lo que fue volver a mi país, me iría una y otra vez y volvería a vivir el gran reencuentro para siempre.